Retribución

"Pedro le dijo: ¿y nosotros que dejamos todo y te seguimos, que recibiremos?" ­ (MATEO, 19:27.)

La pregunta del apóstol explica la actitud de muchos corazones en los templos religiosos.

Se consagra el hombre a determinado circulo de fe y clama, de inmediato: - "¿Qué recibiré?"

La respuesta, sin embargo, se derrama silenciosa, a través de la propia vida.

¿Qué recibe el grano maduro, después de la cosecha?

El triturador que lo ayuda a purificarse.

¿Qué premio se reserva a la harina blanca y noble?

El fermento que la transforma para la utilidad general.

¿Qué privilegio caracteriza al pan, después del horno?

La gracia de servir.

No se forman cristianos para adornos del mundo y si para la acción regeneradora y santificante de la existencia.

Antiguamente, los servidores de la realeza humana recibían los apoyos de los vencidos y, con ellos, se rodeaban de gratificaciones de naturaleza física, con las cuales abreviaban la propia muerte.

En Cristo, con todo, el cuadro es diverso.

Vencemos, en compañía de Él, para nosotros hacernos hermanos de cuantos nos comparten la experiencia, guardando la obligación de ampararlos y serles útiles.

Simón Pedro, que deseo saber cual seria la recompensa por la adhesión a la Buena Nueva, vio, de pronto, la necesidad de la renuncia. Cuanto más se le encendió la fe, mayores testimonios de amor a la Humanidad le fueron requeridos. Cuanto más conocimiento adquirió, a más amplia claridad fue forzado, hasta el sacrificio extremo.

Si por devoción a Jesús, dejaste, pues, los lazos que te prendían a las zonas inferiores de la vida, recuerda que, por tu felicidad, recibiste del Cielo la honra de ayudar, la prerrogativa de entender y la gloria de servir.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 22.