Soledad

"El presidente, sin embargo, dice: - ¿más, que mal hizo el? Y ellos más clamaban, diciendo: - sea crucificado." ­ (MATEO, 27:23.)

A la medida que te elevas, por encima, en el desempeño del propio deber, experimentas la soledad de las cimas e inconmensurable tristeza te constriñe el alma sensible.

¿Dónde se encuentran los que sonreían contigo en el parque primaveral de la primera mocedad? ¿Dónde posan los corazones que te buscaban el consejo en las horas de fantasía? ¿Dónde se acogen cuantos te compartían el pan y el sueño, en las aventuras risueñas del inicio?

Cierto, quedarían...

Quedarían en el valle, revoloteando en círculo estrecho, a la manera de las mariposas doradas, que se deshacen al primer contacto de la menor llama de luz que se les divisa al frente.

En torno de ti, la claridad, más también el silencio...

Dentro de ti, la felicidad de saber, más igualmente el dolor de no ser comprendido...

Tu voz grita sin eco y tu ansia se alarga en vano.

Entre tanto, si realmente subes, ¿que oídos te podrían escuchar a gran distancia y que corazón hambriento de calor del valle se lanzarían a entender, de pronto, tus ideas de altura?

Lloras, indagas y sufres...

Con todo, ¿Qué especie de renacimiento no será dolorosa?

El ave, para liberarse, destruye el principio de la cáscara en que se formo, y la simiente, para producir, sufre la dilaceración en la cueva desconocida.

La soledad con el servicio a los semejantes genera grandeza.

La roca que sustenta la planicie acostumbra a vivir aislada y el Sol que alimenta al mundo entero brilla solito.

No te canses de aprender la ciencia de la elevación.

Recuerda al Señor, que escaló el Calvario, de la cruz con los hombros heridos. Nadie lo siguió en la muerte frondosa, a excepción de dos mal hechotes, ceñidos a la punición, en la obediencia a la justicia.

Acuérdate de el y sigue...

No relaciones los bienes que ya esparciste.

Confía en el infinito Bien que te aguarda.

No esperes por los otros, en la marcha de sacrificio y engrandecimiento. Y no olvides que, por el ministerio de la redención que ejerció para todas las criaturas, el Divino Amigo de los Hombres no solamente vivió, lucho y sufrió solo, más también fue perseguido y crucificado.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 70.