Impedimentos

"Dejemos todo impedimento y pecado que tan de cerca nos rodean y corramos con perseverancia la carrera que nos es propue sta." ­ Pablo. (HEBREOS, 12:1)

El gran apóstol de la gentilidad figura el trabajo cristiano como siendo una carrera del alma, en el periodo largo de la vida.

Pablo, naturalmente, recurriendo a esa imagen, pensaba en los juegos griegos de su época, y, si referirnos a los entusiasmos y a la emulación benéfica que deben presidir semejantes esfuerzo recordemos tan solo el acto inicial de los competidores.

Cada participante de la lucha despoja la ropa exterior para disputar la partida con indumentaria tan leve como le es posible.

Así, también, en la adquisición de la vida eterna, es imprescindible nos deshagamos de la indumentaria asfixiante del espíritu.

Es necesario que el corazón se haga leve, alejando todo fardo inútil.

En la claridad de la Buena Nueva, el discípulo se encuentra frente al Maestro, investido de obligaciones santificantes para con todas las criaturas.

Las inhibiciones contra la carrera victoriosa acostumbran a aparecer todos los días. Las tenemos con frecuencia, en los más insignificantes pasos del camino.

A cada hora surge el impedimento inesperado.

Es el pariente frió e incomprensivo.

La sequedad de los corazones alrededor nuestro.

El compañero que desertó.

La mujer que desapareció, persiguiendo objetivos inferiores.

El amigo que se eludió en las filas de reposo, deliberando atrasar la jornada.

El cooperador que la muerte llevo consigo.

El odio gratuito.

La indiferencia a las llamadas del bien.

La persecución de la maldad.

La tormenta de la discordia.

La Buena Nueva, sin embargo, ofrece al cristiano la conquista de la gloria divina.

Si quisiéramos alcanzar la meta, pongamos a un lado todo impedimento y corramos, con perseverancia, en la prueba de amor y luz que nos es propuesta.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 85.