En Nuestra Marcha

"Le preguntó Jesús: - ¿Qué quieres que yo haga?" ­ (MARCOS, 10:51.)

Cada aprendiz en su lección.

Cada trabajador en la tarea que le fue cometida.

Cada vaso en su utilidad.

Cada luchador con la prueba necesaria.

Así, cada uno de nosotros tiene el testimonio individual en el camino de la vida.

Muchas veces, fallamos los compromisos asumidos y nos dividimos indefinidamente. En el servicio reparador, todavía, clamamos por la misericordia del Señor, rogándole compasión y socorro.

La pregunta dirigida por el Maestro al ciego de Jericó es, sin embargo, bastante expresiva.

"¿Qué quieres que yo haga?".

La pregunta deja percibir que la posición melindrosa del interesado se ajustaba a los imperativos de la Ley.

Nada ocurre a la revelia de los Divinos designios.

Bartimeu, el ciego, supo responder, solicitando, visión. Entre tanto, ¿cuanta gente ruega acceso para la presencia del Salvador y, cuando es interpelada por el, responde en prejuicio propio?

Acordémonos de que, muchas veces, perdemos la casa terrestre con el fin de que aprendamos el camino de la casa celeste; en muchas ocasiones, somos abandonados por los más agradables lazos humanos, de manera para tornarnos a los vínculos divinos; hay épocas en que las heridas del cuerpo son llamadas a curar las llagas del alma, y situaciones en que la parálisis enseña la preciosidad del movimiento.

Es natural que pidamos auxilio del Maestro en nuestras dificultades y sinsabores; mientras tanto, no nos olvidemos de trabajar por el bien, en los más aflictivos pasajes de las rectificaciones y de la ascensión, convencidos de que nos encontramos invariablemente en la más justa y provechosa oportunidad de trabajo que merecemos, y que tal vez no sepamos, de pronto, escoger otra mejor.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 89.