Guardaos de Los Perros

"Guardaos de los perros." ­ Pablo. (FILIPENSES, 3:2.)

Somos inmensa caravana de seres, en la estrada evolutiva, a moverse, bajo la mirada del Divino Pastor, en demanda de esferas más altas.

En verdad, si proseguimos camino a fuera, magnetizados por la devoción del Conductor Divino, innegablemente somos también asediados por los perros de la ignorancia, de la perversidad, de la mala fe.

Refiriéndose a los perros, Pablo de Tarso no mentalizaba al animal amigo, símbolo de la ternura y fidelidad, después de la domesticación. Se reportaba a los perros salvajes, impulsivos y feroces. En el rebaño humano, encontraremos siempre criaturas que los personifican. Son los adversarios sistemáticos del bien.

Desacreditan reputaciones dignas.

Estiman la maledicencia.

Ejercitan la crueldad.

Sienten placer con la imposición tiránica que les es propia.

Deshacen el servicio de los corazones bien intencionados.

Se tiran, alocadamente, a la substancia de las obras constructivas, procurando consumirlas o pervertirlas.

Vomitan improperios y calumnias.

Gritan, livianos, que el mal permanece victorioso, que la sombra venció, que la miseria consolido su dominio en la Tierra, perturbando la paz de los siervos operosos y fieles.

¡Y, cuando el microbio del odio o de la cólera les excita la desesperación, hay de aquellos que se aproximan generosos y confiados!

Es para ese géneros de hermanos que Pablo solicita de nosotros la conjugación del verbo guardar. Para ellos, pobres prisioneros de la incomprensión y de la ignorancia, resta solamente el proceso educativo, en el cual podemos cooperar con amor, competiéndonos reconocer, con todo, que ese recurso de domesticación procede originariamente de Dios.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 145.