Visitando Enfermos

La visita al enfermo pide tacto y comprensión.

Abstenerse de dar la mano al enfermo cuando sea la persona admitida a presencia de él, con excepción de los casos en que sea él quien tome la iniciativa.

Si el visitante no es llamado espontáneamente para ver al enfermo, no insistirá en eso, aceptando tácitamente los motivos no manifestados que le obstan semejante contacto.

Toda charla al pie de un enfermo exige control y selección.

Evitar narraciones alrededor de enfermedades, síntomas, padecimientos ajenos y acontecimientos desagradables.

Un mensaje fraterno o algunas flores, sustituyendo la presencia, en la hipótesis de visitas repetidas, en tratamientos prolongados, constituyen manantiales de vibraciones constructivas.

Aunque la oración sea bendición providencial, en todas las ocasiones, el tipo de asistencia médica, en favor de éste o de aquel enfermo, solicita aprecio y acatamiento.

Nunca usar voz muy alta en hospital o en cuarto de enfermo.

Por más grave que sea el estado orgánico de un enfermo, no se puede imponer vaticinios respecto de la muerte, porque nadie, en la Tierra, posee recursos para medir la resistencia de alguien, y, para cada agonizante que desencarna funciona la Misericordia de Dios, en la Vida Mayor, a través de Espíritus Benevolentes y Sabios que dosifican la verdad en amor, en beneficio de los hermanos que se transfieren de plano.

Toda visita a un enfermo ­cuando sea simplemente visita- de ser corta.

XAVIER, Francisco Cândido. Senal Verde. Por el Espíritu André Luiz. Federación Espírita Española. Capitulo 48.