Obreros Atentos

"Aquel, Sin embargo, que actúa bien para la ley perfecta de la libertad y en eso persevera, no siendo oyente olvidadizo, más si hacedor de la obra, ese tal será bien aventurado en sus hechos." ­ (TIAGO, 1:25)

Los discípulos de la Buena Nueva, que realmente comulgan con el Maestro, antes de todo comprenden las obligaciones que le están hechas y rinde sincero culto a la ley de la libertad, siente que él mismo recogerá en las hileras del mundo lo que hubiera sembrado. Sabe que el juez dará cuenta al tribunal, que el administrador responderá por la mayordomía y que el siervo se hará responsable por el trabajo que le fue conferido. Y, respetando cada tarea de progreso y de orden, de la luz y del bien, en el lugar que le es propio, persevera en el aprovechamiento de las posibilidades que recibió de la Providencia Divina, atento para con las lecciones de la verdad y aplicado en las buenas obras de que se siente encargado por los Poderes Superiores de la Tierra.

Caracterizándose por semejante actitud, y colaborador de Cristo, sea estadista o barrendero, está integrado con el deber que le cabe, en la posición de hacer y servir, tan naturalmente como comulga con el oxigeno en el acto de respirar.

Se dirige, no espera que los otros le recuerden los emprendimientos que le competen. Si obedece, no reclama instrucciones reiteradas, como las atribulaciones que le son deferidas en la disposición regimental de los trabajos de cualquier naturaleza. No exige que el gobierno de su distrito le mande abonar la huerta, ni aguarda decretos para instruirse y mejorarse.

Fortaleciendo su propia libertad de aprender, se esmera en ayudar a todos, a través de la entera consagración a los nobles deberes que el mundo le confiere, se hace bien aventurado en todas sus acciones, en la prosperidad y elevación de la vida común.

Semejante seguidor del Evangelio, de aprendiz del Maestro pasa a la categoría de los obreros atentos, penetrando en glorioso silencio en las reservas sublimes de la Celeste Apostolado.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 8.