Glorifiquemos

"Ora, para nuestro Dios y Padre para que te sea dada la gloria para todo y para siempre." ­ Paulo. (FILIPENSES, 4:20.)

Cuando el vaso se retiró de la cerámica, decía sin palabras:

- Bendito sea el fuego que me proporcionó la solidez.

Cuando el arado se ausento de la fuerza, afirmaba en silencio:

- Bendito sea el majo que me dio forma.

Cuando la madera perfeccionada pasó a brillar en el palacio, exclamaba sin voz:

- Bendita sea la lámina que me cortó cruelmente, preparándome para la belleza.

Cuando la seda lució, hermosa, en el templo, aseveraba en lo íntimo:

- Bendita sea la fea lagarta que me dio vida.

Cuando la flor se entreabrió, aterciopelada y sublime, agradeció, apresurada:

- Bendita la Tierra oscura que me llenó de perfume.

Cuando el enfermo recuperó la salud, gritó feliz:

- Bendito sea el dolor que me trajo la lección del equilibrio.

Todo es bello, todo es grande, todo es santo en la casa de Dios.

Agradezcamos la tempestad que renueva, la lucha que perfecciona, el sufrimiento que ilumina.

La alborada es maravilla del cielo que viene después a la noche en la tierra.

Que en todas nuestras dificultades y sombras sea nuestro Padre glorificado para siempre.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 11.