Irgámonos

"He aquí yo me levantaré e iré a estar con mi padre..." ­ (LUCAS, 15:18.)

Cuando el hijo prodigo deliberó tornar a los brazos paternos, resolvió íntimamente levantarse.

Salir de la cueva oscura de la ociosidad para el campo de la acción regeneradora.

Erguirse del suelo frió de la inercia para el calor del movimiento reconstructivo.

Elevarse del valle de la indecisión para la montaña del servicio edificante.

Huir de la oscuridad y penetrar en la luz.

Ausentarse de la posición negativa y absorberse en la reestructuración de los propios ideales.

Se levantó y partió rumbo al Hogar Paterno.

¿Cuántos de nosotros, sin embargo, hijos pródigos de la Vida, después de deteriorarnos en las más valiosas oportunidades, clamamos por la asistencia del Señor, de acuerdo con nuestros deseos menos dignos, para que seamos satisfechos? ¿Cuántos de nosotros descendemos, voluntariamente, al abismo, y, ya dentro, atollados en la sombría corriente de nuestras pasiones, exigimos que el Todo Misericordioso se haga presente, a nuestro lado, a través de sus divinos mensajeros, a fin de que nuestros caprichos sean atendidos?

Si es verdad, no en tanto, que nos hayamos empeñados en nuestro erguimiento, coloquémonos de pie y retirémonos de la retaguardia que deseamos abandonar.

El perfeccionamiento pide esfuerzo.

Panorama de los cimas pide ascensión.

Si aspiramos al clima de la Vida Superior, adelantémonos para el frente, caminando con los padrones de Jesús.

- Yo me levantare, dijo el mozo de la parábola.

- Levantémonos, repitamos nosotros.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 13.