Labradores

"El labrador que trabaja debe ser el primero para gozar de los frutos." ­ Paulo, (TIMOTEO, 2:6.)

Hay labradores de todas clases.

Existen aquellos que compran el campo y lo exploran, a través de renteros sudorosos, sin nunca tocar el suelo con las propias manos.

Encontramos en muchos lugares los que relegan la azada para la herrumbre, cruzando los brazos e imputando para la lluvia o el sol el fracaso de la sementera que no vigilan.

Somos enfrentados por muchos que fiscalizan la plantación de los vecinos, sin cualquier atención para con los trabajos que les dicen respeto.

Tenemos diversos que hablan desproporcionadamente con referencia a mil inutilidades, en cuanto gusanos destructores aniquilan las flores frágiles.

Vemos a numerosos acusando a la tierra como incapaz de cualquier producción, más negando a la gleba que les fue confiada a la bendición de la gota de agua y el socorro del abono.

Observamos muchos que se dicen poseídos por dolor de cabeza, por el resfriado o por la indisposición y pierden sublime oportunidad de sembrar.

La Naturaleza, no en tanto, retribuye a todos ellos con el desengaño, la dificultad, la negación y la desilusión.

Más el agricultor que realmente trabaja, temprano recoge la gracia del granero harto.

Y así ocurre en la labor del espíritu.

Nadie logrará resultado excelente, sin esforzarse, confiriendo para la obra del bien lo mejor de si mismo.

Paulo de Tarso, escribiendo en una época de señores y esclavos, de la superficialidad y favoritismo, no nos dice que el sembrador distinguido por Cesar o más adinerado seria el legitimo depositario de la cosecha, más asevero, con indiscutible acierto, que el labrador dedicado a las propias obligaciones será el primero a beneficiarse con las ventajas del fruto.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 31.