Afirmación Esclarecedora

"Y no queréis venir a mi para tener mejor vida." ­Jesús. (JUAN, 5:40)

Cuantos procuran la sublimación de la individualidad precisan entender el valor supremo de la voluntad en el mejoramiento propio.

Los templos y las escuelas del Cristianismo permanecen repletos de aprendices que vislumbran los poderes divinos de Jesús y le reconocen su magnanimidad, caminando, al sabor de vacilaciones crueles.

Creen y descreen, ayudan y desayudan, organizan y perturban, iluminándose en la fe y se oscurecen en la desconfianza...

Es que esperan la protección del Señor para disfrutar la alegría inmediata en el cuerpo, más no quieren ir hasta él para posesionarse de la vida eterna.

Piden el milagro de las manos de Cristo, más no le aceptan las directrices.

Le solicitan la presencia consoladora, entre tanto, no le siguen los pasos.

Pretenden oírlo, por la orilla del lago sereno, en lecciones de esperanza y confort, todavía, se niegan a participar con él en el servicio del estrado, a través del sacrifico por la victoria del bien.

Cortejan en Jerusalén, adornada de flores, más huyen a los testimonios de entendimiento y bondad, frente a la multitud desvariada y enferma.

Suplicándole las bendiciones de la resurrección, no en tanto, detestan la cruz de espinas que regenera y santifica.

Pueden ir en la vanguardia, más no quieren.

Claman por la luz divina, entre tanto, recelan abandonar las sombras.

Suspiran por la mejoría de las condiciones en que se mueven, todavía, detestan la propia renovación.

Vemos pues, que es fácil comer el pan multiplicado por el infinito amor del Maestro Divino o regocijarse alguien por su influencia curativa, más, para alcanzar la Vida Abundante de que el se hizo el embajador sublime, no basta la facultad de poder el acto de creer, más también la voluntad perseverante de quien aprendió a trabajar y servir, perfeccionar y querer.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 36.