Fe Inoperante

"Así también la fe, si no tuviera las obra s, e s muerta en si misma." ­ (TIAGO, 2:17)

La fe inoperante es problema acreedor de la mejor atención, en todos los tiempos, a fin de que los discípulos del Evangelio comprendan, con claridad, que el ideal más noble, sin trabajo que lo materialice, a beneficio de todos, será siempre un soberbio paisaje improductivo.

¿Que diremos de un motor precioso del cual nadie se utiliza? ¿De una fuente para fertilizar el campo? ¿De una luz que no se irradie?

¿Confiaremos con seguridad en determinada simiente, todavía, si no la plantamos, en que redundaría nuestra expectativa, sino en simples nulidad? Sustentaremos absoluta esperanza en las obras que el tronco de madera nos ofrecerá, si no disponemos para usar el serrucho y el cepillo, la materia prima, cierto, reposará, indefinidamente, a camino de la desintegración.

La crecía religiosa es el medio.

El apostolado es el fin.

La celeste confianza ilumina la inteligencia para que la acción benéfica se extienda, improvisando, por todas partes, bendiciones de paz y alegría, engrandecimiento y sublimación.

Quien pudiera recibir una gota de revelación espiritual, en lo íntimo del ser, demostrando la madurez precisa para la vida superior, procure, de inmediato, el puesto de servicio que le compete, a favor del progreso común.

La fe, en la esencia, es aquel grano de mostaza de la enseñanza de Jesús que, en pleno crecimiento, a través de la elevación por el trabajo incesante, se convierte en el Reino Divino, donde el alma del creyente pasa a vivir.

Guardar, pues, el éxtasis religioso en el corazón, sin cualquier actividad en las obras de desenvolvimiento de la sabiduría y del amor, consustanciados con el servicio de la caridad y de la educación, será conservar en la tierra viva del sentimiento un ídolo muerto, sepultado entre las flores inútiles de promesas brillantes.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 39.