En La Senda Escabrosa

"Nunca te dejare, ni te desampararé." ­ Paulo. (HEBREOS, 13:5.)

La palabra del Señor no se reporta solamente a la sustentación de la vida física, en la subida pedregosa de la ascensión.'

Mucho más que de pan del cuerpo, necesitamos del pan del espíritu.

Si las células del campo fisiológico sufren hambre y reclaman la sopa común, las necesidades y deseos, impulsos y emociones del alma provocan, muchas veces, desmedidas, exigiendo más amplia alimentación espiritual.

Hay momentos de profundo agotamiento, en nuestras reservas más intimas.

Las energías parecen agotadas y las esperanzas se retraen apáticas. Se instala la sombra, dentro de nosotros, como si espesa noche nos envolviese.

Y como acontece con la Naturaleza, bajo el manto nocturno, sin embargo guardamos fuentes de entendimiento y flores de buena voluntad, en la vasta extensión de nuestro país interior, todo permanece velado por la niebla densa de nuestras inquietudes.

El Todo misericordioso, con todo, aun hay, no nos deja completamente relegados alas tinieblas de nuestras indecisiones y desatinos. Así como hace brillar las estrellas fulgurantes en lo alto, desvelando los caminos constelados del firmamento al viajero perdido en el mundo, enciende, en el cielo de nuestros ideales, convicciones nuevas y aspiraciones más elevadas, con el fin de que nuestro espíritu no se pierda en el viaje para la vida superior.

"Nunca te dejare, ni te desampararé" ­ promete la Divina Bondad.

Ni soledad, ni abandono.

La Providencia Celestial prosigue velando...

Mantengamos, pues, la confortadora certeza de que toda tempestad es seguida por la atmósfera tranquila y de que no existe noche sin arborecer.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 41.