En La Cruz

"El salvó a muchos y a si mismo no pudo salvarse." ­ (MATEO, 27:42.)

Si, el redimió a muchos...

Extendió el amor y la verdad, la paz y la luz, levantó enfermos y resucitó a muertos.

Entre tanto, para el mismo se irguió la cruz entre ladrones.

En verdad, para quien se exaltara tanto, para quien atendiera el pináculo, sugiriendo indirectamente la propia condición de redentor y Rey, la caída era enorme...

Era el Príncipe de la Paz y se hallaba vencido por la guerra de los intereses inferiores.

Era el Salvador y no se salvaba.

Era Justo y padecía la suprema injusticia.

Yacía el Señor flagelado y vencido.

Para el consenso humano era extrema pérdida.

Caería, todavía, en la cruz.

Sangrando, más de pie.

Supliciado, más con los brazos abiertos.

Relegado al sufrimiento, más suspenso en la Tierra.

Rodeado de odio y sarcasmo, más con el corazón henchido de Amor.

Derribado, vilipendiado y despreciado, mas, en otro día, transformaba el propio dolor en gloria divina. Le pendía de la frente, llena de sangre, en el madero, y resurgía, a la luz del sol, en el halito de un jardín.

Se convertía la derrota oscura en victoria resplandeciente. Se cubría el leño injurioso de claridades celestiales para la Tierra entera.

Así también ocurre en el círculo de nuestras vidas.

No tropieces en el fácil triunfo o en la aureola barata de los crucificadotes. Toda vez que las circunstancias te compelan el itinerario de la propia vida, prefiere el sacrificio de ti mismo, transformando tu dolor en el auxilio para muchos, porque todos aquellos que reciben la cruz, a favor a sus semejantes, descubren el camino de la eterna resurrección.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 46.