Apóstoles

"Porque tengo para mi que Dios a nosotros, apóstoles, nos puso por últimos, como condenados a muerte; pues hemos hecho espectáculo al mundo, a los Ángeles y a los hombres." _ Paulo. (I CORINTIOS, 4:9.)

El apóstol es el educador por excelencia. En el residen la improvisación de trabajo y el sacrificio de si mismo para que la mente de los discípulos se transforme y se ilumine, rumbo a la esfera superior.

El legislador formula decretos que determinan el equilibrio y la justicia en la zona externa del campo social.

El administrador dispone de los recursos materiales y humanos, accionando la máquina en los servicios terrestres.

El sacerdote enseña al pueblo las maneras de la fe, en manifestaciones primarias.

El artista embellece el camino de la inteligencia, disponiendo el corazón para los mensajes edificantes que el mundo encierra en su contenido de espiritualidad.

El científico sorprende las realidades de la Sabiduría Divina creadas para la evolución de la criatura y les revela la expresión visible o perceptible al conocimiento popular.

El pensador interroga, sondeando los fenómenos pasajeros.

El medico socorre la carne enfermiza.

El guerrero disciplina la multitud y establece el orden.

El operario es el diligente trovador de las formas, perfeccionando los vasos destinados para la preservación de la vida.

Los apóstoles, sin embargo, son los conductores del espíritu.

En todas las grandes causas de la Humanidad, son instituciones vivas de ejemplo revelador, respirando en el mundo de las causas y de los efectos, ofreciendo en si mismos la esencia de lo que enseñan, la verdad que demuestran y la claridad que encienden alrededor de los otros.

Interfieren en la elaboración de los pensamientos de los sabios y de los ignorantes, de los ricos y de los pobres, de los grandes y de los humildes, renovándoles el modo de creer y de ser, a fin de que el mundo se engrandezca y se santifique. En ellos surge la ecuación de los actos y de las ideas, de la que se constituyen pioneros o defensores, a través de la donación total de si mismos en beneficio de todos. Por eso, pasan en la Tierra, trabajando y luchando, sufriendo y creciendo sin descanso, con etapas numerosas por las cruces de la incomprensión y del dolor. Representando, en si, el fermento espiritual que llevado a la masa del progreso y del mejoramiento, transitan en el mundo, conforme la definición de Paulo de Tarso, como si estuviesen colocados por la Providencia Divina en los últimos lugares de la experiencia humana, a la manera de condenados a incesante sufrimiento, pues en ellos están condensadas la demostración positiva del bien para el mundo, la posibilidad de actuar para los Espíritus Superiores y la fuente de beneficios imperecibles para la Humanidad entera.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 57.