Incomprensión

"Me hice débil para los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos para, por todos los medios, llegar a salvar algunos." ­ Paulo. (I CORINTIOS, 9:22.)

La incomprensión, indiscutiblemente, es así como la oscuridad delante de la luz, entretanto, si la vocación de la claridad te asiste en lo intimo, prosigue combatiendo las sombras, en los menores escondrijos de tu camino.

No te olvides, sin embargo, de la ley del auxilio y obsérvale los principios, antes de la acción.

Descender para ayudar es el arte divino de cuantos alcanzaron concienciosamente la vida más alta.

La luz ofuscante produce ceguera.

Si las estrellas de la sabiduría y del amor te pueblan el corazón, no humilles a quien pasa bajo la neblina de la ignorancia y de la maldad.

Gradúa las manifestaciones de ti mismo para que tu socorro no se haga destructivo.

Si la lluvia halagase indefinidamente el desierto, a pretexto de saciarle la sed, y el Sol quemase el lago, sin medida, con la disculpa de sustraerle el barro húmedo, nunca tendríamos clima adecuado para la producción de utilidades para la vida.

No te hagas demasiado superior delante de los inferiores o excesivamente fuerte delante de los débiles.

De las escuelas no se ausentan todos los aprendices, habilitados en masa, y si algunos pocos cada año.

Toda mayordomía reclama noción de responsabilidad, más exige también el sentido de las proporciones.

Conserva la energía constructiva del ejemplo respetable, más no olvides que la ciencia de enseñar triunfa integralmente en el orientador que sabe amparar, esperar y repetir.

No clames, pues, contra la incomprensión, usando inquietud y desencanto, vinagre y hiel.

Hay méritos celestiales en aquel que desciende al pantano sin contaminarse, en la tarea de salvación y reajustamiento.

El bolo de materia densa se reviste de lodo, cuando es arremetido al pozo lodoso, todavía, el rayo de luz visita las entrañas del abismo y de el se retira sin alterarse.

¿Qué seria de nosotros si Jesús no hubiese apagado la propia claridad, haciéndose a la semejanza de nuestra flaqueza, para que le testimoniásemos la misión redentora? Aprendamos con el a descender auxiliando sin prejuicio de nosotros mismos.

Y, en ese sentido, no podemos olvidar la expresiva declaración de Paulo de Tarso cuando afirma que, para la victoria del bien, se hizo débil para los débiles, haciéndose todo para todos, a fin de, por todos los medios, llegar a erguir a algunos.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 72.