Cuando Hay Luz

"El amor de Cristo nos constriñe." ­ Paulo. (II CORINTIOS, 5: 14)

Cuando Jesús encuentra santuario en el corazón de un hombre, se le modifica enteramente la marcha.

No hay más dentro del lugar para la adoración improductiva, para la creencia sin obras, para la fe inoperante.

Algo de indefinible en el lenguaje terrestre le trastorna el espíritu.

Lo categorías la masa común por desajustado, entretanto, el aprendiz del Evangelio, llegado a esa condición, sabe que el Trabajador Divino como que le ocupa las profundidades de su ser.

Se le renueva toda conceptuación de la existencia.

Lo que entonces era placer, hoy es ídolo quebrado.

Lo que representaba meta para atender, es derrotero errado que el deja en abandono.

Se torna criatura fácil de contentar, más muy difícil de agradar.

La voz del Maestro, persuasiva y dulce, lo exhorta a servir sin descanso.

Se le convierte el alma en un santuario maravilloso, donde los padecimientos van a estar, buscando arrimo, y por eso sufre la constante presión de los dolores ajenos.

La propia vida física se le figura un madero, en donde el Maestro se aflige. Y el cuerpo la cruz viva en donde el Señor se agita crucificado.

El único refugio en donde reposa es el trabajo perseverante en el bien general.

Insatisfecho, sin embargo resignado; firme en la fe, no obstante angustiado; sirviendo a todos, más solo en si mismo, sigue, estrada a fuera, impelido por ocultos e indescriptibles aguijones...

Ese es el tipo de aprendiz que el amor de cristo constriñe, en la feliz expresión de Paulo. Lo azota en la luz celeste por dentro hasta que abandone las zonas inferiores en definitiva.

Para el mundo, será inadaptado y loco.

Para Jesús, es baso de bendiciones.

La flor es una linda promesa, donde se encuentre.

El fruto maduro, sin embargo, es alimento para hoy.

¡Felices aquellos que esparcen la esperanza, más bien aventurados sean los seguidores de Cristo que sufren y padecen, día a día, para que sus hermanos se reconforten y se alimenten con el Señor!

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 74.