Fermento Espiritual

"¿No sabéis que un poco de fermento fermenta toda la masa?" ­ Paulo. (I CORINTIOS, 5:6.)

El fermento es una sustancia que excita a otras sustancias, y nuestra vida es siempre un fermento espiritual con el que influenciamos las existencias ajenas.

Nadie vive solo.

Tenemos con nosotros millares de expresiones del pensamiento de los otros y millares de de otras personas nos guardan atención mental, inevitablemente.

Los rayos de nuestra influencia se introducen con las emisiones de cuantos nos conocen directa o indirectamente, y pesan en la balanza del mundo para el bien o para el mal.

Nuestras palabras determinan palabras en el que nos oye, y, toda vez que no somos sinceros, es probable que el interlocutor sea igualmente desleal.

Nuestras maneras y costumbres generan maneras y costumbres de la misma naturaleza, en torno de nuestros pasos, principalmente en aquellos que se sitúan en posición inferior a la nuestra, en los círculos de la experiencia y del conocimiento.

Nuestras actitudes y actos crean actitudes y actos del mismo tenor, en cuantos nos rodean, por cuanto que aquello que hacemos tiende al dominio de la observación ajena, interfiriendo en el centro de elaboración de las fuerzas mentales de nuestros semejantes.

El único proceso, por tanto, de reformar edificando y aceptar las sugestiones del bien y practicarlas intensamente, por intermedio de nuestras acciones.

Nuestros orígenes de nuestras determinaciones, sin embargo, residen en la idea.

La mente, en razón de eso, es la sede de nuestra actuación personal, donde estuviéramos.

Pensamiento es fermentación espiritual. En primer lugar establece actitudes, en segundo genera hábitos, y, después, gobierna expresiones y palabras, a través de las cuales la individualidad influencia en la vida y en el mundo. Regenerado, pues, el pensamiento de un hombre, el camino que lo conduce al Señor se le revela recto y limpio.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 76.