Padre Nuestro
"Padre nuestro..." Jesús. (Mateo, 6:9.)
La grandeza de la oración dominical nunca será debidamente comprendida por nosotros que le recibimos las lecciones divinas.
Cada palabra, dentro de ella, tiene la fulguración de sublime luz.
De inicio, el Maestro Divino le lanzó los fundamentos en Dios, enseñando que el Supremo Donador de la Vida debe constituir, para todos nosotros, el principio y la finalidad de nuestras tareas.
Es necesario comenzar y continuar con Dios, asociando nuestros impulsos al plano divino, con el fin de que nuestro trabajo so se pierda en el movimiento ruinoso o inútil.
El Espíritu Universal del Padre a de presidirnos el más humilde esfuerzo, en la acción de pensar y hablar, enseñar y hacer.
Enseguida, con un simple pronombre personal, el Maestro exalta a la comunidad.
Después de Dios, la Humanidad será el tema fundamental de nuestras vidas.
Comprenderemos las necesidades y las aflicciones, los males y las luchas de todos los que nos cercan o estaremos segregados en el egoísmo primitivista.
Todos los triunfos y fracasos que iluminan y obscurecen en la Tierra nos pertenecen, de algún modo.
Los sollozos de un hemisferio repercuten en el otro.
El dolor del vecino es una advertencia para nuestra casa.
El error de un hermano, examinado en los fundamentos, es igualmente nuestro, porque somos componentes imperfectos de una sociedad menos perfecta, generando causas peligrosas y, por eso, tragedias y fallas de los otros nos afectan por dentro.
Cuando entendemos semejante realidad, el "imperio del yo" pasa a incorporarse por la célula bendita de la vida santificante.
Sin amor a Dios y a la Humanidad, nos estamos suficientemente seguros en la oración.
Padre nuestro... - dice Jesús para comenzar.
Padre del Universo... nuestro mundo...
Sin nosotros asociarnos a los propósitos del Padre, en la pequeña tarea que nos fue permitida ejecutar, nuestra oración, será, muchas veces, simple repetición del "Yo quiero", invariablemente llenos de deseos, más casi siempre vació de sensatez y de amor.
XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 77.