Persiste Y Sigue

"Por tanto. Torne a levantar las manos cansada s y las rodillas descoyuntados." ­ Pablo (HEBREOS 12:12.)

El labrador desatento casi siempre escucha las sugestiones del cansancio. Interrumpe el servicio, en razón de la tempestad, y la inundación le roba la obra comenzada y le aniquila el coraje incipiente. Descansa, en virtud de los callos que la azada le ofreció, y los gusanos se encargan de anularle el servicio.

Levanta las manos, al principio, más no sabe "volver a levantarlas", en la continuidad de la tarea, y pierde la cosecha.

El viajante, por su vez, cuando invigilarte, no sabe llegar convenientemente al término de la jornada. Se queja de la canícula y adormece en la penumbra de ilusorios abrigos, donde inesperados peligros lo sorprenden. Otras veces, alienta la importancia de los pies ensangrentados y se deleita a las márgenes de la senda, transformándose en mendigo común.

Usa los pies sanos, no disponiéndose, todavía, a movilizarlos cuando están descoyuntados y heridos, y pierde la alegría de alcanzar la meta en la ocasión prevista.

Así acontece con nosotros en la jornada espiritual.

La lucha es el medio.

El mejoramiento es el fin.

La desilusión amarga.

La dificultad complica.

La ingratitud duele.

La maldad hiere.

Todavía, si abandonáramos el campo del corazón por no saber levantar las manos, de nuevo, en el esfuerzo persistente, los gusanos del desanimo proliferan, precipitados, en el centro de nuestras más caras esperanzas, y si no quisiéramos marchar, con los pies descoyuntados, es posible seamos retenidos por la sombra de falsos refugios, durante siglos consecutivos.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 99.