Ausentes

"Ora, Tomás, uno de los doce, no estaba con ellos cuando Je sús vino." ­ (JUAN, 20:24.)

Tomás, descontento, reclamando pruebas, por no haber testimoniado la primera visita de Jesús, después de la muerte, creo un símbolo para todos los aprendices despreocupados de sus obligaciones.

Al discípulo ausente le ocurrió lo que acontece a cualquier trabajador distante al deber que le cabe.

La edificación espiritual, con sus bendiciones de luz, es igualmente un curso educativo.

El alumno matriculado en la escuela, sin asiduidad a las lecciones, apenas abusa del establecimiento de enseñanza que lo acogió, por cuanto a simples fichas de entrada no soluciona el problema del aprovechamiento. Sin el dominio del alfabeto, no alcanzará la silabación. Sin la posesión de las palabras, jamás llegara a la ciencia de la frase.

Prevalece idéntico proceso en el mejoramiento del espíritu.

Lejos de los pequeños deberes para con los hermanos más próximos, ¿Cómo habilitarse el hombre para la recepción de la gracia divina? ¿Si evita el contacto con las obligaciones humildes de cada día, como dilatar los sentimientos para ajustarse a las glorias eternas?

Tomás no estaba con los amigos cuando el Maestro vino. Enseguida, formuló reclamaciones, creando el tipo de aprendiz sospechoso y exigente.

En los trabajos espirituales de perfeccionamiento, la cuestión es análoga.

Se matricula el compañero, en la escuela de la vida superior, entre tanto, al revés en vez de consagrarse al servicio de las lecciones de cada día, se revela apenas mero candidato a ventajas inmediatas.

En general, se encuentra al lado de los demás servidores, cuando Jesús viene; luego después, reclama y desespera.

La lógica, no en tanto, jamás abandona al camino recto.

Quien desea la bendición divina, trabaje para merecerla.

El aprendiz ausente del aula no puede reclamar beneficios provenientes de la lección.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 100.