"Porque todos buscan lo que es suyo y no lo que es de Cri sto Jesús." Pablo. (FILIPENS ES, 2:21.)
En verdad, estudiamos con Cristo la ciencia divina de ligación con el Padre, más aun nos hallamos muy distantes de la genuina comunión con los intereses divinos.
Por de tras de la cortina del "yo", conservamos lamentable ceguera ante la vida.
Examinemos imparcialmente las actitudes que nos son peculiares en los propios servicios del bien, de que somos cooperadores iniciantes, y observaremos que, mismo hay, en los asuntos de virtud, nuestro porcentaje de capricho individual es invariablemente enorme.
La antigua leyenda de narciso permanece viva, en nuestros mínimos gestos, en mayor o menor porción.
En todo y en todas partes, nos apasionamos por nuestra propia imagen.
En los seres más queridos, habitualmente amamos a nosotros mismos, si demuestran puntos de vista diferentes de los nuestros, aunque mismo superiores a los principios que esposamos, instintivamente enflaquecemos el afecto que les consagrábamos.
Nuestras obras del bien a que nos debocionamos, estimamos, por encima de todo, los métodos y procesos que se exteriorizan de nuestro modo de ser y de entender, por cuanto, si el servicio evoluciona o perfecciona, reflejando el pensamiento de otras personalidades por encima de la nuestra, operamos, casi sin percibir, la disminución de nuestro interés para con los trabajos iniciados.
Aceptamos la colaboración ajena, más sentimos dificultad para ofrecer el concurso que nos compete.
Si nos hallamos en posición superior, donamos con alegría una fortuna al hermano necesitado que sigue con nosotros en la condición de subalternidad, a fin de contemplarnos con voluptuosidad a las nuestras cualidades nobles en el reconocimiento de largo curso a que se siente constringido, más raramente concedemos una sonrisa de buena voluntad al compañero mas abastecido o más fuerte, puesto por los Designios Divinos a nuestro frente.
En todos los pasos de la lucha humana, encontramos la virtud rodeada de vicios y conocimiento dignificante casi sofocado por las espinas de la ignorancia, infelizmente, cada uno de nosotros, de manera general, vive el logro del "yo mismo".
Entre tanto, gracias a la Bondad de Dios, el sufrimiento y la muerte nos sorprenden, en la experiencia del cuerpo y más allá de el, arrebatándonos a los vastos continentes de la meditación y de la humildad, donde aprende5remos, poco a poco, a buscar lo que pertenece a Jesucristo, a favor de nuestra verdadera felicidad, dentro de la gloria de vivir.
XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 101.