Regocijémonos Siempre

"Regocijaos siempre." ­ Pablo. - (I TESALONICENS ES, 5:16.)

El texto evangélico no nos exhorta al júbilo solamente en los días en que nos sintamos personalmente felices.

Asevera con simplicidad ­ "regocijaos siempre."

Nada existe en el mundo que no pueda transformarse en respetable motivo de trabajo, alegría y santificación.

Y la propia Naturaleza, cada día exhibe expresivos enseñanzas en este particular.

Después de la tempestad que arranca raíces, mutila árboles, destruye nidos y enloda estrados, la sementera reaparece, el tronco deja brotes nuevos, las aves rehacen los nidos suspendidos y el camino se colorea de sol.

Solamente el hombre, héroe de la inteligencia, guarda consigo la carantoña del pesimismo, por tiempo indeterminado, cual si fuera genio irritado e desilusionado, interesado en destruir lo que no le pertenece.

La ausencia continuada de esperanzas y de alegrías en el alma significa evolución deficitaria.

Por todas partes, hay convites para la edificación y el mejoramiento, desafiándonos para la acción en el engrandecimiento común.

Nadie es tan infeliz que no pueda producir algunos pensamientos de bondad, ni tan pobre que no pueda distribuir algunas sonrisas y buenas palabras con sus compañeros en la lucha cotidiana.

Tristeza en todo instante es herrumbre en los engranajes del alma. Lamentación contumaz es ociosidad o resistencia destructiva.

Es necesario despertar el corazón y atender dignamente a la parte que nos compete en el drama evolutivo de la vida, sin odio, sin queja, sin desanimo.

La experiencia es lo que es.

Nuestros compañeros son lo que son.

Cada cual de nosotros recibe la herencia en la lucha imprescindible para el aprendizaje que debemos realizar. Nadie está desheredado de oportunidades, a favor de su mejoría.

La gran cuestión es obedecer a Dios, amándolo, y servir al prójimo con buena voluntad. Quien soluciona semejante problema, dentro de si mismo, sabe que todas las criaturas y situaciones en la senda son mensajes vivos en donde podemos recoger las bendiciones del amor y de la sabiduría, si aceptamos la lección que el Señor nos ofrece.

En ese sentido, pues no nos olvidemos de que Pablo, el intrépido batallador del Evangelio, bajo tormentas de preocupaciones, encontró recurso en si mismo para decir a los hermanos en lucha: - "Regocijaos siempre."

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 102.