Ante La Multitud

"Y Je sús, viendo a la multitud, subió a un monte..." ­ (MATEO, 5:1.)

El procedimiento de los hombres cultos para con el pueblo experimentara elevación creciente a la medida que el Evangelio se extienda en los corazones.

Infelizmente, hasta ahora, raramente la multitud ha encontrado, por parte de las grandes personalidades humanas, el tratamiento que es justo.

Muchos suben al monte de la autoridad y de la fortuna, de la inteligencia y del poder, más simplemente para humillarla u olvidarla después.

Innumerables sacerdotes se enriquecen de saber y buscan subyugarla a su talante.

Políticos astutos le exploran las pasiones en provecho propio. Tiranos disfrazados en conductores le envenenan el alma y la arrojan al despeñadero de la destrucción, a la manera de los verdugos de rebaño que apartan las reses para el matadero.

Jueces menos preparados para la dignidad de las funciones que ejercen, le confunden el raciocinio.

Administradores menos escrupulosos le regimientan las expresiones numéricas para la creación de efectos contrarios al progreso.

En todos los tiempos, vemos el trabajo de los legítimos misioneros del bien perjudicado por la ignorancia que establece perturbaciones y espantapájaros para la masa popular.

Entre tanto, para la comunidad de los aprendices del evangelio, en cualquier clima de fe, el padrón de Jesús brilla soberano.

Viendo la multitud, el Maestro subió a un monte y comienza a enseñar...

Es imprescindible empeñar nuestras energías, al servicio de la educación.

Ayudemos al pueblo a pensar, a crecer y a mejorarse.

Auxiliar a todos para que todos se beneficien y se eleven, tanto cuanto nosotros deseamos mejoría y prosperidad para nosotros mismos, constituye para nosotros la felicidad real e indiscutible.

Al este y al oeste, al norte y al sur de nuestra individualidad, se movimentan millares de criaturas, en posición inferior a la nuestra.

Extendamos los brazos, alarguemos el corazón e irradiemos entendimiento, fraternidad y simpatía, ayudándoles sin condiciones.

Cuando el cristiano pronuncia las sagradas palabras "Padre Nuestro", está reconociendo no solamente la Paternidad de Dios mas aceptando también por su familia a la Humanidad entera.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 104.