El Justo Remedio

"Como, sin embargo, para la caridad fraternal, no necesitáis que os redacte, porque ya vosotros mi smos estáis instruidos por Dios que os améis los unos a los otros." ­ Pablo. (I TES ALONICENSES, 4:9.)

En su misión de Consolador, recibe el Espiritismo millares de consultas prevenientes de las almas ansiosas, que imploran socorro y solución para diversos problemas.

Aquí, es un padre que no comprende y se confía a sistemas crueles de educación.

Allí, es un hijo rebelde e ingrato, que huye a la belleza del entendimiento.

En otro lugar, es un amigo fascinado por las apariencias del mundo, y que abandona los compromisos con el ideal superior.

Más allá, es un hermano que se niega al concurso fraterno.

En otra parte, es el cónyuge que deserta del hogar.

Más adelante, es el jefe de servicio, insensible y contundente.

Con todo, el remedio para la extinción de esos viejos enigmas de las relaciones humanas está indicado, hace siglos, en las enseñanzas de la Buena Nueva.

La caridad fraternal es la llave de todas las puertas para la buena comprensión.

El discípulo del Evangelio es alguien que fue admitido a la presencia del Divino Maestro para servir.

La recompensa de semejante trabajador, efectivamente, no puede ser aguardada en el imediatismo de la Tierra.

¿Cómo colocar el fruto en la fronde verde de la planta naciente?

¿Cómo arrancar la materia prima del mármol con el primer golpe del cincel?

Quien realmente ama, en nombre de Jesús, está sembrando para la cosecha en la Eternidad.

No procuremos orientación con los otros para asuntos claramente solucionables por nuestro esfuerzo.

Sabemos que no adelanta desesperar o maldecir...

Cada Espíritu posee el derrotero que le es propio.

Sepamos caminar, por tanto, en la senda que la vida nos ofrece, bajo la luz de la caridad fraternal, hoy y siempre.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 138.