Manos Extendidas

"Extiende tu mano. Y el extendió y le fue re stituida su mano, sana como la otra." ­ (MARCOS, 3:5)

En todas las casas de fe religiosa, hay creyentes con las manos extendidas, suplicando socorro...

Almas afligidas revelan ansiedad, flaqueza, desespero y enfermedades del corazón.

¿No seremos todos nosotros, encarnados y desencarnados, los que algo rogamos a la Providencia Divina, semejantes al hombre que traía la mano seca?

Presos al laberinto creado por nosotros mismos, henos aquí para reclamar el auxilio del Divino Maestro...

Entre tanto, conviene ponderar nuestra actitud.

Es justo pedir y nadie podrá cortar de raíz cualquier manifestación de humildad, de arrepentimiento, de intercesión.

Más es indispensable examinar el modo de recibir.

Mucha gente aguarda la respuesta materializada de Jesús.

Ese espera el dinero, aquel cuenta con la evidencia social del improviso, aquel otro exige la inmediata transformación de las circunstancias en el camino terrestre...

Observemos, todavía, el socorro del Maestro al paralítico.

Jesús determina que el extienda la mano seca y, extendida esa, no le confiere bolsas de oro ni fichas de privilegio. La cura. Le devuelve la oportunidad de servicio.

La mano recuperada en aquel instante permanece tan vacía como antes.

Es que Cristo le restituye el deseo bendito de trabajar, conquistando sagradas realizaciones por si mismo; lo cambia a las lideres redentoras del bien, en las cuales le cabía realizarse y engrandecerse.

La lección es expresiva para todos los templos de la comunidad cristiana.

Cuando extiendas tus manos al Señor, no esperes facilidades, oro, prerrogativas... Aprende a recibirle la asistencia, porque el Divino Amor te restaurará las energías, más no te proporcionará cualquier fuga a las realizaciones de tu propio esfuerzo.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 174.